martes, 9 de diciembre de 2008

Tres objetos por 

Macarena Molina

 

Se trata de tres objetos pertenecientes al protagonista perdido y crónicamente olvidado que en este momento se encuentra en otro país y continente. Un hombre conocido y querido por la gente,   de buen comportamiento social y políticamente prudente al revelar su liberalismo. Es joven y en señal de afecto le legó una polera, un mensaje  y una pequeña fotografía a su enamorada. Tres objetos que extienden los sentimientos de Guillermina, azotada por el amor. Estas reliquias la afectan, a veces hasta trastornarla. Las mantiene escondidas en su habitación, dentro del closet entre la ropa. Ella es una de esas que cree saberlo todo pero realmente conoce nada. Si, usted sabe, no se preocupe por generalizar. Es necesario tener las cosas claras y ahorrarse la molestia en esos casos. Cada ves que se tope con una de esas jovencitas hijas de familia, identifíquelas y póngalas en su lugar. Pero tenga cuidado, suelen ser muy sensibles. Como niña enamorada atesora el sobrecito con el mensaje escrito al reverso; "despiértame cuando llegues, Yosito".Lo tiene sobre su escritorio, como si tuviera que cumplir el mandato y el siempre estuviera. Ella lo despertaría acariciándole la cara, acercándose silenciosamente para escuchar su respiración y mirarlo a los ojos para que apenas los abriera, la viera. Para que en el momento de idiotez al despertar la confundiera con un ángel a contraluz.

 

Perdida en el recuerdo se encuentra Guillermina. Con la mirada fija en el vacío, inmóvil frente a la ventana. La forma que ocupaba el muchacho no está. Lo piensa reconstruyendo sucesos pasados; la primera cita, el lugar en que se conocieron,   además de variadas escenas nubladas y en cámara lenta. Es una piscina de imágenes coronada por los cabellos dorados de la mujer embobada donde sucede la magia.

 

Pasa el tiempo encerrada en su habitación, no pretende salir. Los pies le pesan, necesitaría la fuerza de seis para acercarla a la ventana. Al terminar el día formula una rutina que es regla para programar la jornada y contar mejor las horas. Consiste en cortas actividades de no más de treinta minutos, saltando de un oficio en otro. La centenaria se copa de trabajo para acortar la hora, necesitar que dure más y desear falsamente contar con más tiempo, para que los cuatro meses que faltan para verlo sean placidos segundos condensados.

 

Su mente se aclara por las mañana, el sol sale e ilumina de frente la habitación. Ella dedica la primera hora del día a ejercitarse, combina el baile y el boxeo, mientras el poderoso sentimiento viajará a encontrarlo. El la sentirá, rasgos y expresiones, luego el ritmo de su comportamiento, la oscilación de  la dignidad que le otorga, el compromiso.

 

 La vida que tuvieron juntos se distancia. A sus espaldas, tras el vestido azul se aleja para residir tiempo atrás. Ahora está solamente. Es un tiempo, piensa, de reclusión y descanso. Una oportunidad de mejorar su condición y prepararse. La doncella ha decidido actuar; viajara más allá de los muros de la ciudad disfrazada como mendiga. Así, cuando se encuentren, reconocerán la belleza escondida y permanecerán  prolongando la espera. Comienza a pesarle el brazo, los pies. Avanza hacia el espejo,  carga el cuerpo, le cuesta caminar. Se detiene en medio de la habitación, inmovilizada observa como la piedra se apodera de su organismo. Congelada ve pasar los meses. Las nubes moviéndose rápidamente, los eventos acelerándose mientras es testigo de su desgracia. Piensa en su condición, analiza su actuar. Se dedicará a formar carácter, templanza y libre sumisión.

 

No hay comentarios: