martes, 16 de diciembre de 2008

"Nombre a definir"

José Bustamante

El rugir de las olas reventando en el roquerío que circunda la cárcel de San Félix, de ser un escándalo insoportable, ya se había transformado, con el paso de los años, en mi melodía para conciliar el sueño.

En eso estaba, tendido en el catre, trazando figuras en mi mente con las manchas de humedad del techo de la celda, ya sin fuerzas para sostener los párpados, cuando un bullicio quebró la tranquilidad del lugar.
No se qué fue primero: si el sonido de los tacones, la voz femenina, o el griterío, silbidos y piropos de los otros internos. De todas maneras, en ese momento, no era algo relevante. No había diferencias cuando una novedad rompía con lo acostumbrado. Estirar el cuello entre las rejas y confirmar que el evento no tenía nada que ver conmigo, ya era una consigna en momentos que la monotonía de la prisión hacía un paréntesis.

Esta vez hubo dos cosas fuera de lo común. Dos elementos que me paralizaron, por un instante, me hicieron sudar y me aceleraron los latidos: la voz excesivamente familiar de la mujer que conversaba con el guardia, y el oír mencionado el nombre “Hugo Valenzuela”, retumbando desde el fondo del pasillo; mi nombre pronunciado por una sensual voz femenina. Situación que no se daba desde hace, por lo menos, una década.

Inmediatamente atiné a concentrarme en la visita que se acercaba por el corredor y, a la distancia y con los límites que ponía mi gordo cuello para mirar entre los barrotes, reconocí una figura demasiado conocida. Una de mis razones de vivir durante 20 años. Uno de los tesoritos que había dado éxito y fortuna a este artista por mucho tiempo. Era una de mis Marías.

Tras ese descubrimiento, me sentí como un niño torpe e impaciente con la inevitable llegada de la chica de sus sueños. Y es que, realmente, la chica que se acercaba había estado en muchos de mis sueños durante mi estadía en la cárcel. No podría asegurar si era ella, exactamente, o alguna otra de las Marías, la que me hacía tener aquellos sueños húmedos, pero, en ese momento, cualquiera de ellas caminando por el pasillo rumbo a mi celda, representaba un regalo de incalculable valor.

Me asomé, nuevamente, por entre los barrotes y, ya estando más cerca, logré percibir nuevos detalles en la chica.

Lo primero que me llamó la atención fue la coordinación perfecta en sus pasos y en cada uno de sus movimientos. Caminaba, casi, como una modelo; sus manos colgaban y oscilaban con desbordante sensualidad y a cada paso, miraba seriamente, por sobre su hombro, a todo reo que se atreviese a cortejarla vulgarmente.

O, tal vez, eso era lo que me imaginaba yo en ese momento.
“No, no puede ser más que mi imaginación. Mis Marías con suerte saben reconocer lo que es un cortejeo. Pero esta muchacha camina con demasiada destreza, sin tambaleos…no parece ser una María común y corriente…A no ser de que sea…”

Para comprobarlo, corrí a asomar mi cabeza, pero la mujer ya estaba prácticamente a la entrada de mi celda. Observé algo en su mirada que me hizo convencerme de que, efectivamente era… “¡Mi regalona!”, grité efusivamente.

-Luís, apaga la cámara- recién ahí me percaté de su acompañante. Cuando Luis, al parecer su camarógrafo, le devolvió un gesto de aprobación, ella soltó, en dirección hacia mí:
-¿A quién mierda le vienes a decir regalona, guatón cerdo?- Sus palabras llegaron como bofetadas en mi rostro. Como golpes eléctricos que me hicieron dar dos grandes zancadas hasta quedar atrincado en la pared de mi celda. ¿Qué le habían hecho a mi regalona?

-¡ah!, ya comprendo- continuó- además te dabas el lujo de tener una “regalona”. Tú no tienes límites ¿no? Muchos me comentaron, antes de venir, que podrías confundirme. Pero esto de la regalona es el colmo- miró a Luis- cámara apagada, ¿cierto?

-Apagada-cerró Luis.

Cuando advertí la presencia de un gendarme sacando el candado de mi recámara enrejada, me vino un pánico inesperado. La mujer que iba a entrar a mi celda tenía el aspecto de una de mis 15 Marías, pero no era ninguna de ellas. A la mujer que tenía enfrente yo no la conocía.

-¿Quién eres?- pronuncié casi en un susurro.

-Sorprendido ¿no?- dijo ella, siempre con una sonrisa forzada en el rostro- dejémoslo en que no soy tu “regalona”.

-… - no fui capaz de darle ninguna respuesta. La joven que tenía frente a mí, transmitía un odio desaforado. Me sentía en una situación realmente riesgosa. Tenía miedo.

- Veo que no vas a colaborar demasiado. Bueno, te explicaré lo obvio: para Canal neo Cristiano estamos grabando un docureality a cerca del “Clonador de Ñuñoa” o el “Degenerado Valenzuela”, como te identifiques más. No tienes derecho a reclamos y, te lo haya dicho tu abogado o no, parte del fallo establecía que, pasados más de 9 años de condena, la periodista afectada podría venir y recabar toda la información que le plazca.

Mi cabeza a penas archivaba lo que decía la mujer en mi celda. Mi ojos, por el contrario, trabajaban frenéticamente examinando cada detalle de su rostro, para poder convencerme de que aquella no era más que una de mis queridas Marías con habilidades para comunicarse, impensadas por mí en los tiempos en que me pertenecían. De pronto asimilé algo de lo que me comunicaba.

-¿Periodista afectada?- inquirí.

-Así es; quien viste y calza. ¿O ya se te olvidó que en cualquier proceso de clonación existen dos partes? El individuo clonado y el clon, propiamente tal. Bueno, entendamos que esta periodista afectada es el individuo clonado.

-¡Cresta!- solté sin querer. Sentí como mi corazón se apresuró y la habitación comenzó a dar vueltas. Me afirmé en el armazón de mi camilla y bajé la vista, helado, sin saber qué decirle. Totalmente paralizado al frente de quien no había visto en persona en toda mi vida. Cara a cara con…

-María Magdalena Valenzuela, tu hija. No te imaginas cómo a mí también me agrada conocerte.

-Hija, yo…

-¡No, no, no!- me interrumpió ella- ¡esta mierda resérvatela, mejor! Entiende que era una formalidad presentarme, ¿no creerás que vengo en la parada de “quiero-conocer-a-mi-incomprendido-padre-de-la-prisión”? Olvídalo. En esta celda hay una periodista entrevistando a un sujeto que clonó 15 veces a un bebé- a su propia hija, para ser más exactos- con el fin de utilizar los clones como prostitutas. Ahora Lucho, aprieta “Rec” que vamos a empezar con las preguntas importantes y después editamos. No quiero que se me quede nada en el tintero.

-Nada de prostitutas- repuse sonrojándome por primera vez en muchos años- eran las mejores estrellas porno que ha tenido nuestro país, jamás.

-¡Ah!, claro, claro. Estrellas porno que se acostaban con los telespectadores.

-Así es.

-Y estas tremendas estrellas porno, las 15 Marías, ¿sabían hacer algo más?¨

-No lo necesitaban. Yo las cuidaba y me encargaba de satisfacer todas sus necesidades.

-¿Por eso las mantuviste encerradas por casi 20 años, sin contacto con la sociedad, sin enseñarles nada, solo a tener sexo y saturando sus cuerpos con cirugías estéticas? ¿Porque no necesitaban nada más?

-Hija..-comencé, con la intención de aclarar bien las cosas.

-Ya te dije que si no quieres problemas, deja de llamarme “hija”- me interrumpió ella.- mejor comencemos desde el principio, ¿en qué momento se te ocurrió que podías llevar a cabo este negocio redondo?

-… - reflexioné un par de minutos antes de contestar. Luego concluí: -al comienzo no era un negocio.

- ¿Ah no?, esto sí que es nuevo- ironizó mi hija- ¿qué era, entonces?

-Al comienzo eras tú- al notar que la cara de María Magdalena se desfiguró con esa respuesta y que se aprestaba a lanzarme otro rosario, opté por adelantarme esta vez:

- ¡y déjame terminar de explicarte o si no nunca vas a entender a lo que voy!

Viendo que estaba dispuesta a escuchar, continué.

-Con tu madre nunca nos llevamos bien.

-Porque eras un huevón caliente que se acostaba con todas su amigas. Esa historia la conozco. ¿Qué tiene que ver? Lucho: ¿tienes la cámara…?
-Apagada- completó el camarógrafo.

-Sí, yo fui bastante infiel, eso lo reconozco. Pero yo, aun así, amaba a tu madre.- María Magdalena soltó unas risitas que, a cada minuto, más me irritaban- Los psicólogos encontraron una serie de traumas en mí que me obligaban a querer estar con muchas mujeres. Eso tu madre lo sabía, y aun así…

-Aun así, ¿qué?- agregó desafiante, María- ¿tenía que ser comprensiva?

-Aun así decidió dejarme. Argumentó querer armar una familia normal lejos de mí. Que yo nunca sería un buen marido ni, menos aun, un buen padre. Pero yo sabía que estaba embarazada… ¡me quería quitar a mi hija! ¡a mi pequeña María a punto de nacer!-

En ese momento sentí como la sangre se me iba toda a la cabeza. Literalmente, me hervía, mi sien palpitaba y una mano comenzó a tiritar, de modo que tuve que sostenerla con la otra y controlarla. Los recuerdos estaban causando estragos en mis nervios y se estaba haciendo muy patente. María, con menos ira en la mirada y, por el contrario, con algo de miedo, miró mi mano temblorosa y me preguntó, tratando de recobrar el aspecto desafiante:

-Una vez más que te refieres a mí como tu hija y, óyeme bien, te prometo por mi madre que te saco la mugre en esta misma celda. El tema no es webeo.-luego agregó, negando con la cabeza, en un gesto de incredulidad- “una serie de traumas que me obligaban a estar con muchas mujeres”, qué ridiculez. Ya, continúa. Lucho, Rec de nuevo.

-Cuando me enteré de las intenciones de tu madre de llevarme a tribunales para quitarme la tuición de mi hiji… de la hija de mi esposa-repuse- asumí que no ganaría y que algo iba a tener que hacer para no perderla.

-¿Y por eso me clonaste, pedazo de…?- se detuvo al recordar que Luís aun filmaba.

-¡Se iban al sur!-grité, esta vez, ya ignorando al camarógrafo y enfocado en conseguir la comprensión de mi hija. En ese momento, mi mente revivió recuerdos que los años habían enterrado. Me vi recogiendo mis pertenencias y abandonando mi hogar. También recordé el odio y la sed de venganza hacia mi mujer y cuánto amaba al ser que estaba en su vientre. Luego agregué- Ella quería alejarte de mí, yo no podía permitirlo.

-¿Y luego?- preguntó María, tratando de no salirse de las casillas.

-Luego comprendí que tenía nueve meses para planear algo. Una venganza o, no se. Algún modo de demostrarle que no me ganaría…

-¿Eso querías?, ¿demostrar que no te ganarían?-interrumpió.

-… pensé algo para evadir, pero entendí que no había para qué disfrazar lo evidente- sí, eso era lo que quería en gran parte. A los 5 meses de embarazo de tu madre conocí a un médico del Instituto de Clonación Estatal. Originalmente me iba a financiar un par de películas de acción que tenía en mente. Su cargo en el ICE era lo suficientemente elevado como para dejarme estar presente en algunas sesiones de clonación y, de pasada, enseñarme un poco el procedimiento.
-¿Te das cuenta de que es grave la acusación que haces?, ¿de qué metes al ICE en un conflicto legal al declarar su participación?- me preguntó con los ojos casi saliéndose de sus órbitas.

-Y, si quisiera, podría meter en el saco a miembros de unas 30 instituciones más que consumieron mi producto. Pero no es algo que me preocupe, no gano ni pierdo nada.-vi que María se sentó en mi camilla y, de inmediato, atiné a imitarla. Tomé aire y proseguí:

-Los cuatro meses restantes me sirvieron para conseguir el equipo adecuado, arrendar un par de departamentos en un condominio y esperar tu llegada al mundo- María puso una cara de asco al oír el tono paternal que yo intentaba darle al relato, pero, al parecer, ya no tenía intenciones de lanzarme improperios gratuitos. Eso me tranquilizó un poco.

-¿Dónde y cuándo conseguiste mi material genético? ¿Al nacer? ¿En Santiago, en la Clínica de Temuco, donde nací?- preguntó, esta vez, con más interés proyectándose desde su mirada.

-Eso fue lo más fácil. Tu madre no podía impedir que la visite a la clínica, así que viajé desde Santiago, a los dos días después de tu nacimiento y la acompañé un par de minutos en la sala. El tiempo suficiente para conseguir lo que buscaba- y al decir esto no pude esconder la satisfacción que transmitía mi sonrisa- Había tanta gente en la sala que nadie se percató del gordito que tenía en brazos a su hija, ni de que le sacó unos cuantos pelos, le pinchó el brazo y …

-Suficiente-concluyó María, con la ira reavivada en su mirada.- estás hablando de mí, pedazo de mierda. No lo olvides. Y Lucho- agregó justo cuando su compañero bajaba la cámara- mejor no dejes de grabar. Luego cortaremos lo que sea necesario.

Por primera vez le presté real atención al camarógrafo que aun se mantenía de pie.
No sólo me extrañó verlo, todavía, con gafas oscuras, también me cautivó el parche de su gorra que ilustraba el emblema de Black Grial, mi banda favorita, y una sonrisa de paletas separadas, encías exhibidas y una pequeña verruga cerca de su labio inferior. Características que, estaba convencido, ya había visto en alguna parte.
No se si fue mi imaginación, pero al sostener mucho rato la mirada en su rostro, pareció ponerse nervioso y, rápidamente, se cubrió la cara con su cámara. Dejé de prestarle atención y continué:

-Bueno, luego de eso tomé el material y regresé a mi departamento en Ñuñoa a trabajar.

-¿Y no podías hacer sólo una vez la clonación?

-Tenía que demostrarle a tu madre que era capaz de criar a más Marías que ella. 15 Marías me pareció apropiado.

-¿Y no podías, simplemente, criar a tus “15 Marías” como hijas? ¿En qué momento se te ocurre hacer el negocio, entonces?

-El tema de las actrices porno se me ocurrió un día en que iba a filmar mi primera película porno y no tenía mujeres dispuestas a participar. Entonces observé a mis 15 Marías y pensé, sin tomármelo en serio, que si tan solo tuviesen unos años más podrían colaborarme. Luego pasaron los días, las semanas y un par de meses, hasta que, al ver que nadie se ofrecería a participar gratuitamente en una de mis distorsionadas películas porno y, luego de una fuerte discusión con tu madre, en el juzado, cuando mi apleación de poder verte más seguido, falló en mi contra, descubrí que los 15 bebés que tenía durmiendo en mi departamento, nunca serían como hijas para mí.
Entonces, analicé las posibilidades que me daban y tomé la decisión: nada afectaría más a la madre de mi hija que el verla clonada 15 veces y participando en filmes pornográficos- al decir esto, recobré la satisfacción que sentí hace 30 años cuando tomé esa decisión y una sonrisa se volvió a esbozar en mi rostro- sabía que los clientes se pelearían por tener a 15 chicas guapas para ellos y luego poder llevarse la experiencia en DVD a la casa y revivirla cuando quisieran. Y así fue.

-Y te sientes todo un ganador ¿no?

Empezando a molestarme, de verdad, con su actitud, le respondí:

- Sí, me siento un verdadero ganador. No fue tarea fácil convertir a 15 seres humanos en criaturas servibles solo para tener sexo. No fue para nada sencillo privarles de la capacidad de hablar, de escribir y hacerlas dóciles a mi manejo, pero lo conseguí. Si logras una obra psicológica de tal magnitud, por supuesto que te sentirás ganador. Y se que soy un ganador y se que le gané a tu madre.

-Todo un ganador, ¿eh?- y al decir eso, a diferencia de lo que yo pensaba, esbozó una pequeña sonrisa y miró a Luis. Para más sorpresa mía, él también se rió, volviendo a mostrar sus encías y su paletas separadas.

Recordé que, a raís de un accidente, una de mis Marías, mi regalona, también había quedado con las paletas algo separadas. Probablemente ella era a quien me recordaba el camarógrafo con la gorra de Black Grial. María Magdalena se puso de pie y le ofreció a Luis sentarse para cambiar el ángulo. Luego continuó con la entrevista:

-Pero, el verdadero ganador, lleva más de 10 años en prisión y sus 15 Marías…-abruptamente detuvo la frase y, a cambio, me preguntó- ¿conoces la ley, cierto?, ¿acaso, alguien te explicó qué les pasa a los clones ilegales? Es un procedimiento idéntico al empleado cuando se desbaratan redes de piratería. Digamos, que la ley te considera un pirata de seres humanos.

Nuevamente empecé a sudar y cerré los ojos esperando oir lo que ya me habían dicho otros reos, pero que yo me había negado, categóricamente, a creer. No podía ser que los clones tengan tan pocos derechos. ¡Son seres humanos! Una lágrima bajó por mi mejilla y María Magdalena sonrió:

-Así es. Justo eso que estás pensando. Al igual que en cualquier negocio de piratería, el material ilegal se requisa, se mantiene un tiempo como evidencia y, pasados unos meses (en el caso de los clones, unos años), se elimina.

No pude mantenerme de pie, en quilibrio. Caí sentado en mi camilla y oí que algo se trizó en la estructura.

-Déjame decirte, gran ganador, que tus 15 Marías fueron eliminadas a los dos años de tu ingreso a esta prisión.

Como ya me habían advertido del crudo destino que les podría haber tocado a mis Marías, que nunca me habían ido a visitar, el golpe no fue tan duro como podría haber sido. De alguna manera estaba algo preparado para oír eso. Aun así, sentí por primera vez que mi vida carecía de sentido…

-En realidad- continuó María- a 14 de tus 15 actrices porno las sacrificaron. Hubo una a la que no pudieron nunca encontrar.

Bruscamente la miré, para asegurarme de que no me engañaba y al confirmarlo, me puse de pie. El rostro de mi regalona ocupó toda mi mente y dejé de oir a María.

-¡Yo lo sabía!, ¡yo siempre lo supe!-me puse a gritar con una sonrisa de oreja a oreja. Era tarde y los reos de la celda vecina comenzaron a protestar por el ruido.

-¿Qué es lo que siempre supiste?- inquirió María. Tras sus gafas oscuras, el camarógrafo también pareció asumir una actitud de interés.

-Siempre supe que mi regalona sabría qué hacer sin mí. Ella era la más especial de mis 15 niñas. Los últimos 5 años, antes de que la Brigada de Delitos Clónicos desvalijara mi departamento y me llevara detenido, empecé a notar actitudes inusuales en una de mis Marías. Algo en su mirada me hacía pensar que ella sabía más cosas de las que yo me imaginaba. De repente hacía gestos de aburrimiento, de hastío e, incluso de interés por ciertos temas. Al comienzo me asusté, pero luego comprendí que debía ser el ciclo natural de esa clon. Incluso me agradó más que el resto, llegué a establecer lazos muy cercanos a los del amor en pareja. Es por eso que la bauticé como “Mi regalona”. A pesar de que en algún momento me odié a mi mismo por descuidarla y permitirle adquirir conocimientos que le facilitaron huir de mi hogar, ahora veo que valió la pena. El día del allanamiento, no la encontraron y aun debe disfrutar de su libertad.

- Muy bella historia- ironizó María- esperemos que pueda estar viviendo tan bien como su estadía en tu departamento. Ahora, ya que he notado que conoces muy poco de procedimientos legales. ¿Tu sabes qué debe pasar para que la Bridec adquiera permisos de allanar un departamento?

-Pues intuyo que debe recibir la denuncia de alguien. Yo tengo claro cuál fue mi vecino que me entregó.

-¿Y si te dijera que, para poder llevar a cabo redadas, la Bridec necesita que un clon víctima testifique en persona y, además, entregue archivos audiovisuales que corroboren la denuncia?

-Te respondería que es imposible. Que ni la regalona sabía hablar. No podría prestar ningún tipo de declaraciones.

-¿Y no habían modos de establecer contacto con el exterior?-la sonrisa, cada vez más extensa, de María, me empezaba a asustar. La sonrisa del camarógrafo aun más. Noté que ambos exhibían las encías al sonreír.
-No, fui demasiado cuidadoso al respecto. Todos los días inspeccionaba sus habitaciones para cerciorarme de que no tenían ningún artículo que yo no les haya entregado. Incluso, cuando mi regalona abandonó el departamento, contraté a un Ingeniero Civil para que, cada semana, me realice un escaneo a mis dos departamentos, en busca de alguna señal radial o satelital proveniente del exterior. No había modo de que se le escape un detalle, era un hombre muy talentoso. Cada lunes llegaba con su…- una imagen mental se configuró en mi cabeza y sentí miedo. Mucho miedo. María y Luís sonreían cada vez más-

-¿Llegaba con su qué?, ¿Con su gorra de Black Grial?- completó María.

Efectivamente, el Ingeniero llegaba todos los lunes con su gorra de Black Grial y con su permanente sonrisa que exhibía sus paletas separadas, sus encías y la verruga cerca del labio inferior. Ahora más que asustado, me sentí traicionado. Horriblemente humillado. No atiné a nada más que abalanzarme contra el camarógrafo…

-¿Quién mierda eres?- le saqué la gorra, bajo la cual se reveló su cabeza calva y casi logré quitarle las gafas oscuras.

Luis no respondió y María agregó:

-Es un gran amigo mío, Hugo. ¿Te gustaría entender qué sucede? Pues ahora me toca contarte una historia a ti.

Sin sacar los ojos de encima del sonriente camarógrafo, me tranquilicé, volví a sentarme en la camilla y procuré mantener el control durante el relato de María.

-Bueno-comenzó ella- esta historia se trata de una niña que nunca conoció a su padre. A esta niña la mantuvieron convencida durante toda su niñez de que su padre era un buen hombre que, debido a un oficio algo conflictivo, había optado por separarse de su familia para no acarrearles ninguno de sus problemas. Cuando esta pequeña niña decidió estudiar periodismo en Santiago, un día decidió hacer una investigación acerca de un mito urbano: “El Gran Hugo; un director de filmes porno que abastecía de material a importantes figuras de la televisión” Lo que más le impactó del mito a la joven, fue el detalle que hacía referencia al uso de mujeres clonadas para realizar sus películas.

Con gran esfuerzo, un día esta estudiante de periodismo logró dar con la residencia de este hombre y enviando amigos a consumir del inusual material pornográfico del “Gran Hugo”, la joven descubrió aquello que todo el mundo trató de ocultarle siempre: las “15 Marías habían sido clonadas de ella misma”.

Con una profunda rabia y sed de venganza, esta joven denunció al sujeto, pero descubrió una red de corrupción en un sinnúmero de instituciones. En el único lugar en que la tomaron en cuenta fue en la Brigada De Delitos Clónicos, pero le exigían que uno de los clones entregue su testimonio en persona y, además, archivos audiovisuales que sirvan de evidencia.

A pesar de saber que se enfrentaba a un monstruo gigante, la joven decidió tomar el asunto en sus manos y, luego de espiar por más de 2 años la rutina de este hombre, logró encontrar el momento propicio para hacerle entrega a una de las Marías de un I Phone Nano con el cual la mantuvo contactada por casi 5 años.
Mediante este aparato- y María sacó de su bolsillo una suerte de celular en miniatura, pero con una pantalla desplegable de un tamaño considerable- pudo enseñarle a hablar, a comprender el lenguaje humano, los gestos y, lo más importante, a tener conciencia.

Le hizo ver la situación en la que estaba, porqué no era normal, le mostró el mundo real y la sacó de su condición de animalito en cautiverio. Finalmente, cuando percibió que estaba preparada, le dio las instrucciones para escaparse y las coordenadas para encontarse en el exterior.

Como una verdadera ganadora- continuó, a punto de soltar unas carcajadas- esta estudiante llevó a la clon a testificar a la Bridec, sin que “El Gran Hugo” sospeche nada mas aun no era suficiente; necesitaba evidencia audiovisual.

El paso siguiente tampoco fue muy complejo de diseñar. Solo fue necesario utilizar un buen disfraz y ofrecerle un servicio útil al “Gran Hugo” y la estudiante tuvo en dos días a la María fugitiva dentro del departamento del delincuente, instalándole cámaras de seguridad que les sirvieron para recolectar evidencia audiovisual- y al decir esto, el camarógrafo se quitó las gafas y con una sonrisa que revelaba unas paletas separadas, encías pronunciadas y una verruga bajo el labio inferior, me miró a los ojos, con esa mirada conquistadora que yo mismo le había enseñado a mi María favorita, y me dijo…

-¡Hola Hugo!, bastante tiempo sin vernos.

Justo antes de poder agarrarla para darle una bofetada, María, mi hija, me aventó contra la camilla, salió de la celda junto al “camarógrafo”, puso el candado y llamó al guardia.

-Toma- me dijo, arrojándome su credencial falsa de Periodista.

Enajenado de ira. Sintiéndome profundamente humillado y derrotado solo atiné a lanzarles todas las groserías a mi hija y su único clon que aun se mantenía con vida, transformado en un hombre…

-¡Mi regalona!, ¡Cómo pudiste!, ¡Traicionera!, ¡Maldita Perra traicionera!- cuando el griterío del resto de los internos que habían sido despertados por mis descargos hizo que se acerquen un par de gendarmes, cesé de gritar y, con los ojos llorosos me tendí en la camilla. Recogí la credencial de mi hija y descubrí que esta traía un mensaje en su interior. Un mensaje sumamente claro:

“Esta vez te ganaron. Perdedor”.

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