por José Bustamante
En el primer departamento, a la entrada del block 8 de los condominios Parque Bustamante, vive Julián Tapia y su hijo, Rafael.
El octogenario ex servidor público de la comuna de Ñuñoa compró aquel inmueble cuando cumplió 4 décadas de vida; el 25 de marzo del 2008.
El día en que tuvo que abandonar su emergente, pero frenética participación en la política local, también fue la trágica fecha en que a su único hijo le detectaron un extraño mal que le impedía oír con claridad.
En aquel entonces se diagnosticó como una “sordera simple” ocasionada por un deterioro de ambos tímpanos. Se le solicitó discreción al padre del paciente al comentar con conocidos la naturaleza de la enfermedad del menor ya que se trataba, aun, de un “síndrome no identificado” que podría alarmar innecesariamente a la ciudadanía.
Un año después, un periodista de Telecanal reveló un exhaustivo seguimiento realizado sobre la situación de Tapia y su hijo, con el título de “Caso Yokoshima”.
Según el reportaje, transmitido en Abril del 2009 y con el cual se clausuró el canal de televisión abierta, la económica firma japonesa Yokoshima, diseñadora de artículos electrónicos, había ingresado al país modernos y llamativos reproductores portátiles que eran capaces de generar adicción en sus usuarios.
Esta nueva droga musical ocasionaba, en un corto plazo, severos daños neurológicos crónicos que dejaban al portador escuchando, per sécula, el último tema reproducido antes de desencadenarse la deficiencia mental.
Durante un poco menos de 40 años, Rafael Tapia ha bailado, día y noche, el mismo reggeaton que no cesa de vibrar en su cabeza… “lo que pasoo, pasooo”.
Frente al departamento de los Tapia vive Luís Cabrera o Don Lucho, como solía conocérsele en los cerros de Valparaíso.
Hace dos días, a sus 64 años, jubiló. Con su paupérrima pensión de colectivero, hoy se acaba de comprar aquel deteriorado departamento cerca de la estación Irrarázabal.
Sin pareja ni hijos, está cumpliendo su sueño de vivir en la capital. Con algo de suerte podrá conocer o, aunque sea toparse, con algún personaje de la televisión. Tal vez pueda ir a dejarle flores al agonizante José Miguel Viñuela que lo entretuvo en sus tardes de juventud o darse una vuelta por el “Paseo de la Fama” de esculturas de famosos, en cera.
Por hoy, seguirá esperando a que salga del departamento vecino el anciano que le pareció divisar. Si su vista no lo engañaba se trataba del mismísimo Julián Tapia del nombrado “Escándalo Yokoshima”. Todo un personaje nacional.
En el oscuro pasillo del segundo piso se destaca una puerta muy bien mantenida, con pintura casi fresca y un barniz perfecto, entre las deterioradas paredes llenas de moho.
Al interior, un bello y elegante departamento es iluminado por la luz que se cuela por los grandes ventanales de la sala de estar.
En una habitación infantil, llena de juguetes, peluches y colores, una niñera asiática le pone el uniforme a un pequeño escolar de 2 años. El niño se llama Bernardo y es hijo de una pareja de exitosos ingenieros nucleares: Juan Carlos Larraín y Maximiliano Panguinao.
El volumen excesivamente alto de las caricaturas proyectadas en la Ventana Holográfica la habitación matrimonial, así como de la música del personal estéreo en los oídos de Katahiro, la joven niñera, les impiden percatarse de lo que ocurre, en ese instante, en el departamento vecino.
Son las 7 de la mañana en el block 8 del Condominio Parque Bustamante, y en el departamento 4, Juvenal González, el inquilino más antiguo de aquel edificio, busca sus llaves en el bolsillo de la chaqueta para hacer las compras diarias al pequeño mercado de la esquina.
Al otro lado de la puerta, oculto en la penumbra del pasillo, un hombre con un pasamontañas en la cabeza espera en silencio a que el anciano encuentre sus llaves.
Juvenal González lleva 50 de sus 90 años viviendo solo, en el mismo departamento y, a pesar de que cada día se comunica con sus seres queridos, nunca los ha invitado a conocer su vivienda. De hecho nunca ha permitido a nadie poner un pie al interior de su inmueble. El tesoro que resguarda con tanto recelo, en su departamento, no puede ser revelado al mundo hasta que la sociedad no alcance la madurez necesaria para asimilarlo. Se trata de tecnología demasiado avanzada, cuyo descubrimiento le ha costado décadas de investigación.
El sujeto del pasamontañas tiene 38 años, se llama Jaime Fonseca y no tiene ni el más mínimo conocimiento del tesoro que oculta el anciano en su departamento. Jaime solo lo asesinará como un daño colateral necesario en el cumplimiento de su propósito real: conseguir una posición estratégica para capturar al muchacho que vive en el departamento de arriba; aquel sujeto que hace algún tiempo le arrebató todo lo que Jaime, ex carabinero, más quería en el mundo.
En el tercer piso del edificio, tras la primera puerta, la número 5, vive Jorge Bustos, un periodista de 28 años dedicado al reporteo gráfico. Su sueño siempre había sido lograr un acierto fotográfico que lo consagre como un paparazzi de renombre entre el jet set criollo, sin embargo lo único que lo había hecho conocido, hasta ahora, era la captura del momento exacto en que un carabinero agredía físicamente, de forma brutal y sin razón mediante, a un joven clon que participaba de una marcha en pro de los derechos de los clones. La imagen resultó ser tan impactante que la prensa se demoró solo minutos en pasársela de mano en mano y, de ese modo, escandalizar a la ciudadanía y a las autoridades de la institución de uniformados quienes tomaron, a los dos días, la decisión de expulsar al joven carabinero, Jaime Fonseca, y dar disculpas públicas.
En más de una ocasión a Jorge le habían comentado que el ex carabinero se había obsesionado con encontrarlo para tomar venganza, mas el joven periodista no estaba como para preocuparse de teorías paranoicas y alarmistas. Menos aun, sabiendo que hace algnos días llegó a ese mismo edificio una joyita para cualquier paparazzi; la ex animadora del festival de Viña, Ana María Tapia, otrora “Renato” de Amango.
En el departamento contiguo, el número 6, vive otro joven: Julián Guentelicán, un estudiante de medicina de la Universidad de Chile a punto de egresar, con 26 años.
Desde que ingresó a dicha casa de estudios descubrió que había un negocio millonario que podía explotar: la venta de órganos artificiales. Durante más de 7 años ha conseguido, sin ningún tipo de dificultad, robar corazones y pulmones artificiales y venderlos a un cuarto de su valor real. Con todo el dinero recolectado podrá, en 2 años más, ir a tomar una especialización en alguna universidad europea.
En el departamento siete, Hiro Yanasuke espera que su hija Katahiro llegue del trabajo, para almorzar juntos. Mientras tanto, Hiro concentra su energía en el cuidado de Kim Yanasuke, su esposa, quien está al borde de morir de un agresivo cáncer pulmonar. Lo único que necesita es un trasplante urgente de pulmón.
Si tan solo el estudiante de medicina del departamento seis no fuese xenofóbico, todo sería más sencillo.
Junto al departamento siete vive un matrimonio demasiado tradicional y común como para dedicarles mucho espacio.
Él, Francisco Tapia, es profesor de lenguaje, avocado a la enseñanza de niños y jóvenes de Centros Especializados en Afectados por el Desastre Nuclear de Concepción (CEADEN) y ella, Carolina Ruiz, se desempeña como preparadora espiritual para la confirmación de jóvenes feligreses de la Iglesia Neocristiana.
Ambos se han esforzado al máximo, durante años, para poder reunir el dinero suficiente y, de esa forma, abandonar la pocilga que habitan.
Hasta que no logren su objetivo, ninguno de ellos interactuará demasiado con sus vecinos. Ambos salen a trabajar a las 6 a.m y no regresan hasta las 8 p.m.
En el piso quinto se encuentra el departamento nueve. En su interior, pasa los días un sureño de 33 años que acaba de cumplir su sentencia en la cárcel de la isla San Félix.
Luego de dedicar toda su niñez y juventud al otorgamiento de milagros a diversas clases de necesitados, desde la sanación a enfermos contagiados con el VIH hasta la multiplicación del monto en las tarjetas de crédito, un sector más ortodoxo de la ciudadanía lo comenzó a señalar como otro sureño loco, afectado por el Desastre de Concepción.
A raíz de aquellas acusaciones, las autoridades determinaron que sus inusuales capacidades para sanar heridas y realizar diversos tipos de trucos espectaculares representaban un potencial peligro para la comunidad, por lo que se concluyó que lo más seguro sería encerrarlo en prisión por 20 años.
Leftaro, cansado de tratar de hacerle ver a la humanidad que El es la nueva encarnación de Dios, la nueva venida de Cristo hecho hombre, se encuentra viviendo su pasión enclaustrado en un departamento, con libertad condicional y bebiendo cervezas en una de las ciudades más contaminadas de la creación de su Padre.
En el departamento 10 vive el protagonista de uno de los escándalos más recordados en la historia de la televisión.
Luego del éxito de “Renato”, uno de los jóvenes de la serie Amango, diversas estaciones televisivas comenzaron a disputarse su presencia en la conducción de los mejores matinales y estelares.
El periodo de mayor esplendor en la carrera de Renato, comenzó cuando ofició, para el heptagésimo primer Festival de la Canción de Viña del Mar, como animador, junto a Raquel Calderón.
Lamentablemente para él y afortunadamente para toda la prensa de farándula, su exitosa carrera finalizó de un modo estrepitoso y, por supuesto, muy bullicioso.
Aquello ocurrió cuatro años después de haberse consagrado como el animador oficial de Viña del Mar, exactamente, en el instante en que decide pararse frente al monstruo de la Quinta Vergara con una nueva identidad: Ana María.
Por supuesto, nadie esperaba la presencia de dos animadoras del mismo género, juntas y compartiendo el mismo escenario, por lo que nadie supo como reaccionar.
Lo cierto es que, desde aquel día, ni Renato ni Ana María han vuelto a aparecer en la televisión.
Ambos departamentos del sexto piso le pertenecen a Hugo Baradit o, como suelen llamarlo, “El gran Hugo”. En ellos ha establecido una productora clandestina de cine pornográfico.
En el departamento número 11 vive él y, a su vez, lo utiliza para guardar todo lo que corresponde al equipo de producción y post-producción.
En el número 12, por su parte, viven alrededor de 15 mujeres hermosas quienes pasan todo el día rodando diversas escenas de sexo.
“Las 15 Marías”, como las llama Hugo, son todas idénticas y nacieron como el fruto de la clonación de su hija; María Magdalena Baradit.
Justo sobre el departamento número 11, se ubica el departamento 13. En él vive un abogado divorciado, junto a su hija, Graciela Herrera, de 17 años.
Durante más de 8 meses, Carlos Anduela, ha llevado a cabo una ardua batalla judicial para concederle a un cliente, profesor de historia de 55 años, el derecho a consumar matrimonio con su novia: Daniela Pérez, su alumna de 15 años de edad.
Inmediatamente junto al departamento de Anduela, se haya la vivienda número 14. El sujeto que habita dicho departamento es uno de los inquilinos más locos del block 8 del condominio Parque Bustamante.
Su nombre real es Sergio Galdames, mas a raíz de una enferma obsesión por las tiras cómicas del clausurado sello Marvel, se hace llamar Stan Kirby.
“El loco Marvel”, como suelen llamarle sus vecinos, ha invertido millones de dólares en piezas de tecnología avanzadísima, las cuales van a parar a un curioso traje metálico, construido con sus propias manos.
Cada detalle en la estructura de su invento, traídos desde diversas partes del globo, generará un armamento que “albergará todos los superpoderes de los personajes de Marvel, en perfecto equilibrio”.
Su misión en aquel edificio, según él suele comentar a sus vecinos, es recolectar la evidencia suficiente de que El Gran Hugo sostiene un negocio ilegal de producción de material pornográfico.
De esa manera, algún día lo capturará y las “15 Marías”, inmensamente agradecidas por su acto heroico, optarán por irse a vivir a su departamento.
Desde hace una semana, un pequeño clon de Jaime Bustamante, niño de 12 años que pidió para su cumpleaños un hermano gemelo, ha vivido, solo, en el departamento 15, sin que nadie se percate de su presencia.
El pequeño Bustamante llegó a aquel edificio luego de recorrer casi toda la capital buscando un lugar en el que refugiarse, luego de haber huido de su hogar el día en que sus padres le confesaron que no era más que un clon de su hermano.
“A quién vienes a levantarle la voz. ¿Qué te haz creído? Tú no eres más que una copia mal hecha de tu hermano. ¡Así que no te vengas a dar importancia!”, eran las palabras que resonaban en la cabeza de Jaimito Bustamante.
En el departamento 16 se vive una realidad muy distinta a la del silencioso vecino.
En este hogar, una familia, compuesta por Sara Castro y sus hijos; Daniel Godoy y Martín Godoy, esperan al hombre de la casa, don Pedro Godoy, quien, al haber sido ascendido de posición en la empresa, prometió llegar ese día con una >>I Service<<, el último modelo de “Nana Androide”, lanzado hace un mes por la firma Apple.
Un piso más arriba, en el departamento 17, Juan Lührs no se ha despegado del asiento frente a su computador, por largas horas. Es más, en dos horas más cumplirá 24 sin cerrar un párpado.
El motivo: está convencido de que facebook le notificó “En pocos segundos más recibirás un mensaje con instrucciones fundamentales. No ceses de actualizar tu bandeja de entrada”.
Un rato después se puso de pie para ir a sacar una cerveza del refrigerador y, al regresar, se encontró con 66 notificaciones nuevas. Todas ellas decían: “Esto es más serio de lo que crees”. Desde entonces, no se ha movido de su escritorio.
En el departamento 18 vive el segundo inquilino más antiguo del edificio. Su nombre es José Manuel Álvarez
Ingresar a su hogar es, casi, como viajar en el tiempo. Durante décadas ha coleccionado toda clase de cachivaches calificados como reliquias. Estas van desde un “tétrix”, hasta un arcaico “Nintendo Wii”, pasando por televisores de pantalla LCD y Cartas Pokemon.
Todo el décimo piso ha sido arrendado por Joaquín Leal, durante un mes, jefe de un equipo de la Brigada de Delitos Clónicos quienes pretenden desplegar un importante operativo para detener la producción de material pornográfico que sale de uno de aquellos departamentos, según un informante anónimo les indicó.
El acusado sería un tal “Gran Hugo” el cual estaría, además, utilizando más de 10 clones de un mismo civil para fines privados.
En tres días se realizaría una redada en el sexto piso y se requisaría todo material ilegal
jueves, 6 de noviembre de 2008
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